Ascensión al Mont Blanc (4810 metros)
26 de Julio de 2012
No se trata este bolg de una guía para ascender al Mont Blanc si no que intentaré expresar los sentimientos y las sensaciones que pudimos disfrutar estos dos días.
Realmente hemos conseguido descansar a pesar de la emoción que nos desborda y del cansancio acumulado de tantos días de ruta, así como la desagradable experiencia de la noche anterior. Nos dirigimos a la localidad de Sant-Gervais para coger el tramway du Mont-Blanc. Este tranvía nos llevará hasta Bellevue para a partir de aquí comenzar la subida al refugio Goûter punto de acceso a la cima. En este primer tren de la mañana podemos observar a nuestros compañeros de viaje que al igual que nosotros intentaran mañana el ataque a la cima. Algunos de ellos acompañados por sus guías y otros como nosotros, asustados por los altos precios de los guías de Chamonix, debemos asumir un riesgo extra. Junto a nosotros un matrimonio de jubilados Suizos con los que coincidiremos en repetidas ocasiones. El camino hasta el Refugio de Teté Rouge se hace ameno y sin grandes dificultades. Lo que nos espera a partir de ese momento es otro cantar. En cualquier consulta sobre la ascensión al Mont Blanc aparece de forma repetitiva el paso que llaman de la bolera, pues bien, todo lo que se dice es verdad. Observamos estupefactos como cada 5 o 10 minutos se oye la caída de una roca y que desciende por el barranco en busca de un montañero despistado o falto de reflejos. Prescindimos de las cuerdas y decidimos pasar este trago lo más rápido posible, a la carrera y con la defensa de mi compañero que observa las piedras que caen cruzamos ambos, estos escasos 50 metros.
Se asciende después por una cresta, aérea en su mayor parte, y que con un desnivel de 700 metros nos lleva directamente al refugio de Goûter. Llegar a él supone un importante esfuerzo, los guías empiezan en este punto a probar a sus clientes y de forma muchas veces desagradable, intentan pasar por encima nuestro, para parar a descansar 10 metros más arriba porque sus clientes no son de seguir el ritmo. Comprendo que es su trabajo pero se olvidan muchas veces del código de la montaña, motivado seguramente por la asiduidad de sus ascensiones. De momento la altura no ha mermado prácticamente nuestras facultades a pesar de estar ya cerca de la barrera de los 4000 metros.
El refugio es un hervidero de gente, unos van, otros vienen, otros esperamos , pero el espectáculo desde su terraza es impresionante. Se ve al fondo el nuevo refugio aún sin estrenar, realmente es una mole de hierro en medio de la nada; en fin los franceses y su movimiento ecologista. La cena es temprana, ¡por fin una cena de refugio!, con las mesas corridas, el hambre canina de todos los comensales y con la sensación de que estas rodeado de amigos, de camaradas, de personas que comparten contigo una filosofía de vida. Los nervios se palpan, todo el mundo está eufórico y todos con la misma pregunta en nuestra mente, ¿seremos capaces? ¿conseguiremos hacer cima mañana?. A las siete estamos en la cama, el desayuno es a las dos de la mañana así que todo lo que podamos descansar es poco. Si bien hasta ahora mis sensaciones eran buenas es en cuanto intento dormir cuando empiezo a tener las primeras sensaciones del mal de altura. En cuanto me quedo dormido me despierto sobresaltado por la falta de aire, entiendo ahora el sufrimiento de mi hija con los ataques de asma en el hospital. Aprobecho la vigilia para ver la puesta de sol desde la ventana de la habitación, es una imagen que no olvidaré mientras viva. Durante media hora el sol, ya ocaso, juega con el horizonte fundiéndose con él como si fuera un todo. Poco después ya sin luz y sentado en la cama consigo quedarme dormido a ratos.
A partir de las doce de la noche ya se oye el trasiego de gente, cuando nos levantamos para desayunar a las dos de la mañana ya hay gente que ha salido hace rato. El ambiente en la mesa es de tensión, ya no hay tantas risas como en la cena, todos deseamos ponernos las botas y que sea la montaña la que decida.
Tratamos de hacernos un hueco en la entrada del refugio, botas, polainas, crampones, arnés, cuerdas, cazadoras, por fin todo en su sitio. Salimos del refugio, ¡las estrellas!, las podemos tocar con la mano. Es increíble, como si fuera un manto blanco, su imagen se graba a fuego en nuestra retina. Al fondo las luces del valle y mirando hacia la montaña una hilera de luces de avance lento pero constante.
La ascensión hasta el refugio Balott no es muy exigente en cuanto a desnivel. La primera hora se sube sin problemas, todos vamos al mismo ritmo y se trata de seguir la hilera. La subida a La dôme de Gouter la hacemos a buen ritmo, luego toca descender un poco hasta Balott. Junto al refugio toca hidratarnos y comer una barrita energética. Desde que superé los 4100 metros vengo notando síntomas del mal de altura, además de la respiración forzada, las nauseas me acompañarán hasta abandonar los 4000 metros.
A partir de este punto la ascensión se complica, debemos ir superando la arista de los Bosses, el desnivel es importante. En este punto valoramos la situación, nos encontramos bien, el tiempo es estable así que no hay duda, atacamos la cumbre. En las primeras palas empiezan los problemas los guías con sus clientes empiezan a bloquear el camino, sus clientes empiezan a desinflarse y deben tirar de ellos. Adelantamos varios grupos para que estos mismos nos adelanten un rato después, es muy difícil llevar el ritmo adecuado y esto hace que mi cuerpo no responda de la manera correcta. Los cambios de ritmo me destrozan, de repente en un adelantamiento la sensación de mareo aumenta, debo parar. Ciertamente me asusto, nunca había tenido esta sensación, pruebo con una dosis de glucosa y "milagro", la recuperación es instantánea. Lo que ha ocurrido es que mi voluntad ha ido por delante de mi cuerpo, he forzado demasiado. Volver a recuperar totalmente la forma es difícil pero sé lo que tengo que hacer, despacio, un pié, luego otro, la cabeza fría y adelante hasta la cima.
El amanecer cambia la situación climatológica, la niebla empieza a envolvernos, el frio se hace más intenso y dejamos de tener la referencia de las frontales por encima de nosotros. No sabemos lo que nos falta y el cansancio se apodera de nosotros, otra dosis de glucosa, la respiración se hace pesada, nadie por delante, nadie por detrás, ya no puede faltar mucho pero ¿cuanto?. De repente surge de la niebla dos siluetas, pero están descendiendo, ya han hecho cima. Se trata de una pareja de vascos, como no, y de Zegama, al llegar a nuestra altura nos ven tirados en la nieve, sin aliento y nos dicen:
- Ya estáis arriba, os faltan 50 metros.
Se nos abre el cielo, de repente desaparecen todos los signos de cansancio, la emoción nos lleva en volandas, no hay dolor. Y por fin, ¡ESTAMOS ARRIBA!
¡HEMOS CONQUISTADO LA CIMA DE EUROPA!
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